25 noviembre 2010

¿y qué más da?


¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Quiénes somos realmente? ¿De izquierdas, de derechas, de centro o mira, paso? ¿Existe un Dios? ¿El masculino generaliza o el lenguaje es sexista? ¿Hay vida después de la muerte? ¿De Ana Rosa o de la Campos? ¿Camisa de cuadros o a rayas? ¿Banco Santander o Cajasol? ¿Playa o montaña? ¿Inglés o Francés? ¿Le llamo o espero a que me llame y así me hago el interesante? ¿Me lanzo o me lo pienso dos veces? ¿Rosa Díez, Zapatero o Rajoy? ¿Me presento y que sea lo que Dios quiera o me lo preparo mejor para septiembre? ¿Con o sin corbata? ¿Yoga o pilates? ¿Peli en casa o fiesta con los colegas? ¿Doña Letizia o a por la 3ª? ¿Norte o sur? ¿Atlántico o Mediterráneo? ¿Londres o París? ¿Blanco o negro? ¿Del derecho o del revés? ¿Natural o sobreactuado? ¿Almodóvar o Amenábar? ¿Con o sin acento? ¿Madrid o Barcelona? ¿la última o la penúltima? ¿Discreto o excéntrico? ¿De chocolate o de fresa? ¿Azúcar o sacarina? ¿Gimnasio o salir a correr? ¿Unicef o Cruz Roja? ¿Perro o gato? ¿Aquí o un poco más allá? ¿Ciencias o letras? ¿Sí o no?

¡Y qué mas da! Si lo único cierto es que estamos aquí ahora y con la oportunidad de hacernos felices en las manos porque todo el mundo necesita ayuda de todos los demás...

10 noviembre 2010

Con los pies dormidos


10 de Noviembre del 2010. Latitud cero.

Otro día más, aquí, con los pies dormidos. En este punto preciso del desierto azul.
Desnudo, cuanto menos.
Sentado, meditabundo, desgastado por esta prórroga infinita.
Me enciendo un cigarrillo para apagar el frío que siento, que desgarra; el silencio del ocaso inconcluso.
Se terminan las provisiones, la esperanza zozobra.
Sesenta y nueve millones noventa y ocho mil cuatrocientas pulsaciones en total me indican que son muchas las pulsaciones por minuto y muchos los minutos por una resolución clara, definitiva, temporal.
 Trescientos cuarenta y cinco quintillones trescientas cincuenta y tres mil novecientos noventa cuatrillones trescientos cuarenta y cinco mil novecientos treinta y cuatro trillones cuatrocientos trenta y un mil cuatrocientos treinta y dos billones trescientos veinticuatro mil trescientos cuarenta y un millones doscientos ochenta y ocho mil trescientas cuarenta y cuatro pensamientos hacen eco en mi cabeza. De ahí para afuera, nada. Ni yo mismo.

Así que he decido coger mi maleta y marcharme a cualquier otra parte.

Leonard.

http://www.youtube.com/watch?v=Xb8VgBLwr2A&feature=related

06 noviembre 2010

Adivina el personaje (I)



Porque con tu hálito añejo empañas la historia de España: "en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años treinta. Y ese enfrentamiento, disputa entre fe y modernidad ocurre también hoy de manera muy vivaz". Porque te saltas muchos años de historia, de disputas entre moral católica y vidas humanas.

Porque nos odias profundamente, porque nos comemos poco a poco los pilares de tu casita de chocolate: "El aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo son opuestos al bien común [...] Las iniciativas que tienen como objetivo tutelar los valores esenciales de la vida, como su concepción y la familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, ayudan a responder a algunos de los desafíos más insidiosos y peligrosos que hay que enfrentar hoy". Eres la Eris del siglo XXI.

Porque defiendes la vida que te sale del coño: "Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia". 

Porque pretendes que nos traguemos tanta tinta adulterada y vomitas cólera sobre los otros profetas: "Muéstrame aquello que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malvadas e inhumanas" (en un discurso citando la discusión entre el emperador bizantino Manuel II y un persa).

Porque tus palabras se mantienen en conflicto vivo con tus hechos, como siempre ha sido y ha de ser en la historia del patio de tu casa: "La cultura dominante presenta con insistencia un estilo de vida basado en la ley del más fuerte y beneficios fáciles y atractivos".

Porque blanqueas tu sepulcro: "el perjuicio que puede causar en la comunidad de los fieles de Cristo, sobre todo considerando su joven edad." (abogando la no destitución del sacerdote pederasta Kiesle).

Porque tus alabanzas suenan al unísono, sin grises, sin revisiones. Porque quien te desaprueba es silenciado por los medios de comunicación.

Porque con tus discursos, adoctrinamientos y campañas evangelizadoras en África y Asia, contribuyes a que cada año mueran de SIDA 3.100.000 personas en el mundo: "el sida no se puede resolver con eslóganes publicitarios ni con la distribución de preservativos, éstos, al contrario, sólo aumentan los problemas".

Por tus dos años arios (1941-1942) adoctrinando a jóvenes en las "Juventudes Hitlerianas".

Porque eres intransigente. Porque tu cabeza de águila imperial la guardas en una caja fuerte, blindada, ineluctable. Porque no tienes corazón.

Por todo ello, malnacido, hoy no te espero.

Se me viene en estos instantes a la cabeza una Carmen interpretada por la entonces exuberante y jovencísima Saritíssima canturreando por las calles de Ronda eso de: "Una, dos y tres, santíguate y muérete".

Lilly Allen's Fuck you!: http://www.youtube.com/watch?v=lXip4AGz_es

01 noviembre 2010

¿Cuántas veces hemos de morir en vida?

                                                                          (Vincent Van Gogh. Almendro en Flor. 1890)

¿Cuántas veces hemos de morir en vida?
Cada octubre que se pasa nos arranca un devenir,
nos arrastran aguas nuevas. Nuevos cauces. 
Mas no es rara la ocasión en que, límpidos, 
echamos la vista atrás,
en busca de nuestros sedimentos.
Ingenuo ineficaz de aquél que se precipita a ir
río arriba.  

Pasan los días, la gente pasa,
y yo aquí, yermo, sin hacer nada. 

Nos suicidamos colectivamente a cada paso cerrado
o en cada vista de corto alcance.
También cuando nunca más rectificamos . 

Hay veces en que agarramos, inconscientes,
una golondrina pequeña entre nuestras manos y,
a caricias cerradas,
le practicamos la autopsia prematura.
Ahí también se suceden las muertes.

Muero poco a poco
en cada no, cada despedida, cada abrazo no dado,
cuando disimulo o cada vez que subo al autobús y no miro a ninguna parte.
O cuando quiero gritar y callo.

Cuando tú te vas y yo no aguanto.
Cuando te echo,
cuando apenas queda nada, 
ahí muero súbitamente.

¿Cuántas veces hemos de morir en vida?
¿Cuántas más?

En todas las ocasiones en las que me he muerto,
me he vestido de placenta y 
me he ido con una manta, un libro y una manzana roja arenosa en la mano
a un sitio donde me dejasen estar.
Donde poder volver a eclosionar.
Nuevo de nuevo.

Otra vez más.