31 marzo 2012

Unforgettable


Una cena romántica en la terraza de tu casa a la luz de la luna con la persona que te pone el corazón a mil, que te tambalea tus cimientos y te hace perder el control, que tanto nos controla. Una botella de un buen rioja. Y otra, de reserva. Una vela... con la luz de la luna y la intimidad del cortejo, una sola vela. Salmorejo, ensalada con vinagre balsámico de Módena, queso brie o lo que a cada cual le derrita más el paladar, pero sin excesos. Nat King Cole "to start with" y Barry White "for dessert". Una mirada que se agota en besos. Y sexo, mucho sexo, salvaje, sin límites ni franjas horarias. Sexo animal, sin ideas ni malos rollos, ni mente subyugante. Solo con toda tu alma y todo tu cuerpo, o vuestros cuerpos, o tu cuerpo y el suyo, que son el suyo y el tuyo respectivamente, o yo qué sé. Con mucha saliva, sensualidad y sensibilidad a flor de piel. Con ganas de que te quieran de una puta vez en condiciones y con ganas de cuidar el pájaro delicado e indefenso que tienes entre tus manos. Una mirada que se agota en caricias, que te dice "te amo". Y no, no te amo como se puede amar a cualquiera, como se quiere a un amigo o etcétera. NO. Te amo porque tu cuerpo encaja con el mío a la perfección. Porque parece que las agujas de todos los relojes de todos los mundos, reales e imaginarios, se han parado. Porque el mundo ahora es de color "entredoradoysepia". Un "no te vistas todavía". Un "volvamos a hacerlo cinco veces más", porque hay fuerzas, fluidos y deseos para al menos cuatro veces seguidas. En la quinta, me quedo en el intento, entre tus brazos temblando, porque "mientras más me sujetas, más miedo tengo de caer". Porque siempre empiezo con suposiciones en segunda persona a los lectores de mi blog, y acabo hablando contigo, tú mi recuerdo vivo.