06 julio 2012
El Casimirismo.
Quiero crear mi mundo: el Casimirismo, u otro nombre (a convenir).
Me lo imagino así: un mundo en el que todos ganásemos el mismo dinero sin importar la raza, sexo, color o profesión. Da igual, podrías ser puta, mecánico, carnicero, físico cuántico o técnico industrial; jugar en primera o segunda división; cantar en orquesta o presentarte a Operación Triunfo, que tus sudores y lágrimas, despertares matutinos u horas extras serían valorados de la misma forma. Además cada uno estaría en su puesto, desempeñando su labor desde su más honesta voluntad, capacidad e ilusión, puesto que el ganar más dinero o estatus social que no sería un incentivo, sino que habría un mero intercambio de servicios. Yo trabajo para lo que valgo y me gusta y ello me permite cubrir algunas de mis necesidades básicas: comer lo que necesito para estar sano y vivir en un lugar aislado de las condiciones climatológicas adversas al bienestar humano. Por supuesto, cada uno sería libre para embellecer su refugio o morada a su gusto y a un mismo precio.
Otras necesidades básicas como el sexo o el amor correrían a cuenta de cada cuerpo o alma.
En mi mundo no se prohibiría casi nada. Pero aquellos que se sintiesen capacitados para estudiar las cuestiones fundamentales relativas al placer sensorial-mental-espiritual del ser humano tendrían como oficio instruir a los seres en las propiedades curativo-evolutivas de la música, la pintura, la escritura y lectura, la interpretación, el sexo libre (y si es con amor mejor), el contacto con la naturaleza o el respeto por todos los seres vivos o inertes de la creación.
Quienes, por cuestiones inevitables a su genética, estuviesen condicionados para dañar física o psicológicamente a otras personas serían automáticamente sometidos a terapias de amor o humor al fresco. De no encontrar solución y cometer algún delito mayor, serían condenados a aprenderlos de manera automática y bajo vigilancia permanente.
No se invertiría un céntimo en casar o separar a nadie, pues de todos es sabido que el acercamiento o el alejamiento entre seres es algo como mínimo voluntario, como máximo causal. Del mismo modo, cada uno sería libre de creer en Dios, Dior, Diosa o Gaia, pero eso no daría derecho a ninguna creencia a recibir bienes materiales del estado o de los ciudadanos para construir nada. A Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César. Y el arte de todos para todos.
La educación no estaría basada en imponer nada, puesto que nada es del todo cierto ni unívoco, sino en preguntar y en mostrar lo aprendido a través del triunfo de la experiencia o de los sentidos. Nada se daría completamente por seguro, aun por consenso, sino como recomendable o como base para llegar a otro punto. Cada postulado sería cuestionable. La intuición estaría categorizada como mejor guía para la toma de decisiones.
La sanidad sería pública, eso siempre, e incluiría todas las dimensiones de los seres: la emocional, física, psicológica o la que contempla los comportamientos y hábitos de los pacientes en cuestión. Un fármaco sería un último recurso. El miedo sería considerado mal mayor y principal causa de la medicina preventiva.
La prisa, así como el hastío, la discordia o la prepotencia estarían severamente castigadas so pena de terapia creativa, es decir, se sometería al paciente (que padece alguno de esos males) a una previa reflexión y a una posterior obligación de crear algo constructivo contrario a su conducta impertinente, ya sea un número de humor o una escultura de arena al saber estar.
Los casos penales serían juzgados por un jurado sabio-popular y absolutamente ajeno al delito. La pena de muerte estaría prohibidísima, por absurda y superficial.
La televisión dejaría de existir.
No existirían las fronteras, aunque sí la propiedad privada. La misma para todos, la cual tendría que ser respetada y trabajada por ley. Si los seres humanos no hacemos nada por mejorar nuestro hábitat, empezamos a ser no solo inútiles sino molestos para nuestro ecosistema. Habría zonas neutrales que podrían ser visitadas por cualquiera para el posible disfrute de los sentidos. Las propiedades privadas solo podrían ser penetradas bajo previa invitación cordial del dueño. El mar, la selva Amazonas y otros territorios, donde la biodiversidad es abundante, serían zonas naturales mas protegidas para garantizar un desarrollo sostenible. La caza de animales estaría altamente vigilada para que ningún pollo o cerdo acabase en un contenedor de un parque porque el hambre post-juerguil fuese tan solo parcial. De hecho, la venta ambulante de comida hecha conllevaría la medición de glucosa en la sangre. Si no es necesaria, no es necesaria. La muerte de cualquier animal jamás debe ser un capricho de media noche.
Como el capitán Hook, mandaría a destruir todos los relojes del mundo. El tic-tac ya no sería nunca más un incordio, condicionante o causa de stress. Los eventos y acciones se programarían de acuerdo a la posición del sol y su duración se limitaría con cronómetro o atendiendo a su ritmo particular.
Los tejidos de la ropa serían, en su totalidad, de origen vegetal.
El nudismo sería absolutamente lícito y recomendable cuando las condiciones lo propiciasen, al igual que el sexo. De esta forma, se naturalizaría y el mal humor caería en picado. Los complejos se irían a tomar viento fresco.
Mi mundo estaría lleno de música por todas partes. Las revoluciones habría que hacerlas bailando y todo el mundo sería invitado a llorar siguiendo la escala de blues.
Mi mundo se basaría en las siguientes máximas: Ámate, ríete y no digas que no a tus apetencias si se basan en el respeto.
Se llamaría Casimirismo, no por honor a mí ni mucho menos, que poco méritos merezco tras una existencia algo inconsecuente, sino porque al ser mi mundo estaría yo y también estarías tú. Estaríamos los dos.
Y ahora, escuchemos esta canción.
http://www.youtube.com/watch?v=uNsmF9JTpuI
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