10 diciembre 2011

Sangre de mi sangre.


Sangre de mi sangre,
que marca el ritmo de aquella canción de cuna,
que me deja traspuesto,
en tus brazos,
en tus entrañas,
en mis ojos temerosos porque algún día tu reflejo sea remembranza.

Soy en ti como hojas de sauce llorón,
que el viento reclama.
Un día de octubre te levantas y me he ido.
Y el gentío, inconsciente de tu vientre desgarrado,
de tu mente quebrantable,
de tu piel de seda,
camina su camino,
 la lluvia, impía, no escampa.

Te quiero como no sé querer a nadie,
sin razones, ni excusas, ni miedos, ni medias verdades.
En tus manos me sostienes
y me calientas
como sol a su mañana.

Sé en mi para siempre, y soñemos que la noche es larga.
Cántame al oído la canción que me cantabas.
Cuéntame de chico lo del pozo y lo del mar plata,
aquel que escondes en mis oídos
en noches sin sábanas.

No duermas esta noche,
madre,
cántame otra nana.

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